Rodrigo Pacheco
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El gran Museo de Banxico

Utiliza varias herramientas tecnológicas para hacer la experiencia mucho más amena.

A un costado del Palacio de Bellas Artes se encuentra un edificio elegante que alberga un pilar que sostiene a México y que ha sido clave para distinguir positivamente al país en el siglo XXI. El edificio fue inaugurado por Porfirio Díaz en 1905 y 20 años después fue acondicionado al estilo art decó para albergar al Banco de México. Es más imponente por dentro que por fuera y aunque es la sede de una de las instituciones públicas más útiles para los mexicanos, pocos lo conocen. De ahí que es una gran noticia el que haya abierto sus puertas a todo el público a través de un museo que aborda uno de los temas más universales y difíciles, el dinero. Todo comienza con el vestíbulo, donde un vitral animado da la bienvenida y se convierte en el primer elemento que ve el visitante. Este museo que, claramente nació en el siglo XXI, ya que utiliza varias herramientas tecnológicas para hacer la experiencia mucho más amena, lo cual se agradece, dado que la mayoría de los museos fueron diseñados en otra época y no se han dinamizado, por ejemplo, hace unas semanas visité el Museo de Historia Natural de Nueva York y se encuentra básicamente igual que cuando lo visité por primera vez en 1998, lo que le da un cierto aire de abandono. Hay otros museos mucho más nuevos que, de todas formas, parece que nacieron en la década de los ochentas, en el siglo pasado. En la bóveda principal del Museo del Banco de México hay una experiencia inmersiva que hace un recorrido por la historia del dinero, afincada en la confianza y, por ello, una de la piezas que más me gustó de la colección numismática es una correspondiente a la Orden de Malta, acuñada en 1780, que expresa en una de sus caras: “Non aes, sed fides” cuyo significado es “no es el metal, es la confianza”, expresando con esto el principio universal del dinero y la función clave que tienen a su cargo los bancos centrales: mantener el poder adquisitivo de la moneda lo que sólo se puede lograr a través precisamente de la confianza.


En la sala del dinero se explica de manera muy didáctica: qué es y qué no el dinero; hay un lingote real en exhibición y se pueden observar todos los billetes que han sido emitidos por el Banco de México. También se puede explorar todos los elementos de seguridad que tienen los nuevos billetes y es posible ver alguna de las placas en las cuales se imprime el nuevo papel moneda.


En el museo hay datos interesantes, como el hecho de que los pesos mexicanos desde el siglo XVI fueron una moneda de referencia global, por lo que desde China hasta Tailandia se les ponían sellos y tenían valor local. Un dato curioso que aprendí en mi visita al museo es la frase: “ya me despelucaron”, que se remonta al siglo XVIII cuando circulaban monedas con el busto Felipe V y Fernando VI y en las cuales ambos monarcas aparecían con peluca, de ahí que estas monedas fueran llamadas “peluconas” y al quedarse sin ellas, las personas de la época solían decir que habían sido “despelucados”.


El Museo del Banco de México es una nueva maravilla del Centro Histórico que ayudará a acercar a las personas a esta gran institución del Estado mexicano. Una iniciativa que salió adelante en medio de la pandemia y que forma parte de la visión de Alejandro Díaz de León, de hacer más transparente y cercano al ente que se encarga de la política monetaria.


Hablando de política monetaria ayer se publicó la inflación correspondiente a la primera quincena de octubre, y se ubicó en 6.12% a tasa anual. Es claro que la inflación no resultó tan transitoria como se debatía a mediados de año, quedan dos decisiones de política monetaria en lo que resta del año y el mercado da por descontado dos aumentos de 25 puntos base cada una. No me extrañaría un aumento de 50 puntos base en noviembre que, de mandar la señal correcta, podría omitir un incremento en diciembre.

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