El fenómeno de precios del gas LP es global y se ha agudizado
A mediados del año, cuando se dio el primer aumento en la tasa de referencia del Banco de México desde que comenzó la enorme crisis económica derivada de la pandemia, la inflación se ubicaba en 6.02 por ciento a tasa anual. El subgobernador Gerardo Esquivel dijo que el aumento de la tasa era precipitado y que la inflación obedecía a la base de comparación y a choques de oferta, por lo que consideraba que eran efectos transitorios.
La subgobernadora Galia Borja coincidió con Esquivel en la decisión de esperar para subir las tasas y en que la inflación era transitoria, por lo que el incremento que se dio de 25 puntos base podría ser interpretado como un cambio de ciclo.
Cuatro meses después, es evidente que hay un elemento que decididamente no es transitorio y que ha sido el resorte que ha vuelto a empujar la inflación en México a seis por ciento a tasa anual, con la mayor variación para un septiembre desde 2008, ligeramente más alta que en ese mes, pero de 2016. El resorte es el precio de los energéticos, particularmente el gas LP.
El fenómeno de precios del gas LP es global y se ha agudizado, de hecho, en junio la variación de dicho hidrocarburo había sido de 2.91 por ciento, en el dato correspondiente a septiembre la variación fue del doble y con el arribo del invierno es previsible que va aumentar aún más, con todo y Gas Bienestar. Salvo que ocurra un milagro en lo que resta del año, los precios estarán muy presionados por los energéticos.
Adicionalmente, hay que considerar los choques de oferta por los problemas en las cadenas de suministro provenientes de Asia y el abasto de microprocesadores, que resultó más persistente de lo anticipado.
En la última decisión de política monetaria en donde se dio el tercer aumento consecutivo de tasa, Gerardo Esquivel fue el único de la Junta de Gobierno que se mantuvo a favor de mantener la tasa sin movimiento. En uno de sus tuits más recientes, el subgobernador Esquivel citó la reflexión del presidente del Banco de Inglaterra, Andrew Bailey, quien coincide con argumentos anteriores del propio funcionario mexicano en cuanto a que la política monetaria tiene poco efecto para contrarrestar la inflación cuando se trata de choques de oferta, como el que se está generando por el abasto de microprocesadores automotrices que se expresa en los precios de los vehículos usados, lo que de acuerdo con dicha tesis puede ralentizar la demanda ante la expectativa de que el aumento de precios es temporal.
El argumento era muy sólido en junio, ahora con la persistencia en el problema de los microprocesadores, que de acuerdo con el CEO de Intel, Pat Gelsinger, persistirá hasta 2023, aunado a la presión sobre las cadenas de suministro por el resurgimiento de covid-19 en el sudeste asiático, particularmente en Vietnam, problemas logísticos en los puertos, falta de contenedores y la previsible persistencia de la fricción entre Estados Unidos y China, hacen mucho más probable que continúen los problemas de abasto de bienes intermedios y finales.
De tener un invierno crudo, estamos ante un fenómeno inflacionario mucho más agudo por lo menos hasta el primer trimestre de 2022, que puede tener efectos de segundo orden en los trimestres subsecuentes.
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Considerando lo anterior y que el Banco de México espera que 2021 cierre con una inflación de 6.2 por ciento y observando que el 80 por ciento de las 29 áreas de análisis consultadas por Citibanamex consideran que habrá dos incrementos de tasas en lo que resta del año, valdría la pena tener un aumento de 50 puntos base el próximo 11 de noviembre y dependendiendo del comportamiento de los precios en ese mes y diciembre tener margen para no subir el costo del dinero en la última decisión del año. La inflación resultó más persistente de lo que se anticipó en junio, “winter is coming”.