Rodrigo Pacheco
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La Cumbre de las Américas y China

Las piruetas y nostalgias ideológicas no son útiles ni constructivas, y reflejan negligencia ante la realidad económica

El siglo XXI está definido por la relación de dos países, Estados Unidos y China.


La semana que termina es clave en la configuración de la relación de esos dos países, luego del discurso del secretario de Estado de la Unión Americana, Antony Blinken, en el que definió la política exterior de su país hacia China ante el nuevo escenario que se configuró, luego de la invasión rusa a Ucrania.


La aventura militar de Putin es observada por China como un laboratorio, en el cual puede medir las reacciones y métodos de Estados Unidos y Europa frente a la invasión rusa con el afán de dibujar escenarios y anticipar métodos ante sus ambiciones respecto a Taiwán.


Tomando en cuenta ese contexto no parece ser un lapsus la respuesta de Biden ante una pregunta que le plantearon en su visita a Japón, en la que dijo que su país estaría dispuesto a defender militarmente a Taiwán, ante una eventual invasión de China con la cual cambió la doctrina de más de cuatro décadas, definida como “ambigüedad estratégica” que consiste en no definirse ante una agresión militar del régimen comunista hacia la isla.


Es importante considerar que en mayo de 2001, George W. Bush hizo una declaración similar y en ese entonces el senador Biden escribió un editorial en el que criticó al texano por no tomar en cuenta que en la diplomacia, las palabras cuentan y en una de las últimas líneas de su escrito dijo que la declaración sembraba confusión entre sus aliados del Pacífico y lastimaba la credibilidad de Estados Unidos.


El secretario de Estado dijo que su país no ha cambiado su postura con respecto a Taiwán, pero señaló que China sí ha cambiado al tomar acciones más agresivas que generan un riesgo de errores de cálculo que amenacen la paz y tranquilidad de la zona.


Otro aspecto clave de la definición planteada por el jefe de la diplomacia estadunidense es moldear el ambiente estratégico alrededor de Pekín promoviendo una zona indo-pacífica, en donde las reglas se desarrollan con transparencia y se apliquen de manera justa, en donde cada país pueda tomar sus propias decisiones soberanas y los bienes, las ideas, así como las personas pueden fluir libremente incluyendo el ciberespacio, aunque fue enfático en señalar que no quieren una nueva Guerra Fría con China.


En una espléndida charla en el podcast de Lex Fridman, el brillante académico Stephen Kotkin, estudioso de Rusia, dijo que si bien no estamos todavía en un mundo multipolar, China está haciendo todos los esfuerzos para desplazar a Estados Unidos.


La nación asiática ha tenido cierto éxito y si, bien, la Unión Americana quiere modelar la zona indo-pacífica, China ha hecho eso en África y avanza en América Latina y desde hace años se convirtió en el principal socio comercial de la mayor economía de América Latina que es la de Brasil. En ese contexto, la Cumbre de las Américas es importante para Biden y el desplante de México y varios países la hace lucir débil en una zona geográficamente clave y además, en lo doméstico, también le abre algunos flancos de cumplir el capricho mexicano.


Desde una óptica de trayectoria política, se puede entender cierta nostalgia de López Obrador por defender a algunos regímenes dictatoriales de izquierda en la región, pero la realidad económica se impone y van dos ejemplos: por cada vehículo que México exportó a América Latina, envió 20 hacia Estados Unidos; otro dato aún más contundente es que en el primer trimestre de 2022, las exportaciones de nuestro país a América Latina representaron 6.5 por ciento mientras que hacia Estados Unidos representaron 82 por ciento.


Las piruetas y nostalgias ideológicas no son útiles ni constructivas y reflejan negligencia ante la realidad económica y los motores que hoy impulsan a México.

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