La metáfora me hizo pensar en el caso mexicano
Si tienes un dolor de cabeza terrible y el doctor únicamente te receta analgésicos para que el dolor desaparezca, a tus ojos, el doctor resultará compasivo, pero podría estar causándote un gran daño al hacerte adicto, aunque sobre todo al evadir y no curar el problema que causa la molestia; palabras más, palabras menos fue la metáfora que utilizó el exsecretario del Tesoro Larry Summers al referirse a las políticas de estímulo en Estados Unidos que a sus ojos han generado un problema de inflación persistente.
La metáfora me hizo pensar en el subsidio al precio de la gasolina en México y el daño que le podría provocar a las finanzas públicas.
De acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco) el subsidio tendrá un impacto en las finanzas públicas y estimó tres escenarios; en el primero, los precios del barril de petróleo se ubicarían en 70 dólares, considerando las exportaciones y contrastándolo con el costo de las importaciones de gasolina, arroja un impacto negativo para las finanzas públicas de 119 mil millones de pesos.
En el segundo escenario, el precio estimado del petróleo se ubicaría en promedio en 90 dólares por barril, lo que implicaría un impacto para las finanzas públicas de casi 155 mil millones de pesos.
En el peor escenario, el precio del barril se ubica por encima de 110 dólares en promedio y el impacto sería de 205 mil millones de pesos, según el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), el impacto podría ser de hasta 500 mil millones de pesos, lo que equivale a 2 por ciento del PIB mientras que UBS calcula incluso un poco más, con 2.1 por ciento del PIB. 205 mil millones de pesos es equivalente al presupuesto 2022 de la Secretaría de la Defensa más el presupuesto de la dependencia de Seguridad y Protección Ciudadana, y de pilón, también alcanzaría para pagar el de la Secretaría de Economía y Gobernación.
REGRESIVO
El subsidio a los combustibles es considerado regresivo, dado que beneficia más a los que más tienen, ya que una persona que tiene una SUV de ocho cilindros, recibirá más ayuda a cargo de las finanzas públicas que alguien que utiliza para transportarse el Metro o cualquier otra opción de transporte público. Bajo esa óptica, parece que subsidiar el precio de la gasolina es una pésima idea, sin embargo, no debemos olvidar lo que ocurrió con la liberalización del precio de los combustibles que estaba planeada para 2018, pero que se adelantó para 2017 por la presión financiera sobre Pemex. Aunque en el papel la medida se veía correcta, resultó que la liberalización generó un proceso inflacionario. En diciembre de 2016, la inflación a tasa anual se ubicó en 3.36 por ciento mientras que para enero se disparó a 4.72 por ciento y aunque se reconoció el error y se trató de suavizar el aumento del precios del combustible, la inflación no volvió a regresar al objetivo del Banco de México de 3 por ciento (+- 1 por ciento) hasta mediados de 2019. Al retomar la metáfora de Larry Summers queda claro que en 2017 la reticencia del doctor a prescribir analgésicos deterioró aún más la salud del paciente.
EFECTOS SECUNDARIOS
El problema es que, al distorsionar los precios, el comportamiento de los consumidores se trastorna y aumenta el costo para las finanzas públicas, los datos muestran que el consumo de gasolina subió 7 por ciento de enero a febrero en contraste con Estados Unidos, con un precio de más de 4 dólares por galón, la demanda de combustible no creció. El dilema no es sencillo y creo que en esta coyuntura con una inflación superior a 7 por ciento a tasa anual vale la pena frenar cualquier indicio que la pueda descontrolar aún más aunque no resolvamos el problema de fondo.