En 1914, Rusia era la cuarta mayor economía del planeta y ello suponía una amenaza para sus vecinos fronterizos, que eran el imperio austrohúngaro y el imperio alemán, debido a que, con una economía pujante y una evidente superioridad demográfica, ambos países estimaban que era cuestión de tiempo para que Rusia los enfrentara desde la superioridad militar.
El asesinato del archiduque Franz Ferdinand, en Serbia, el 28 de junio de 1914, ofreció una oportunidad para personajes como el general austrohúngaro Franz Conrad von Hötzendorf, quien había propuesto en varias ocasiones, sin mucho éxito hasta entonces, declarar la guerra a Serbia. En la confusión del verano de aquel año, Alemania dio su respaldo a Austria-Hungría, pero estimando que no habría conflicto bélico, por lo que incluso el kaiser Wilhelm II se fue a vacacionar a Noruega, lo que, evidentemente, tuvo que interrumpir en la víspera de la guerra en aquella crisis de julio. El zar Nicolás II le envió un telegrama a su primo, el emperador alemán Guillermo II (Wilhelm II), implorando ayuda para evitar la calamidad de una guerra en Europa, por lo que le pidió frenar a sus aliados, refiriéndose a Austria-Hungría, para que no fueran demasiado lejos, y remató firmando Nicky. El emperador alemán respondió que estaba utilizando la mayor influencia posible para inducir a los austriacos a que lleguen a un entendimiento con Rusia, y firmó: Willy.
Los telegramas fueron inútiles y el ejército austriaco se movilizó a la frontera con Rusia, lo que generó una acción recíproca, por lo que Alemania también se movilizó, sobre todo en el mar. Francia era aliada de Rusia y, por ello, anticipando una guerra en dos frentes, el jefe del Estado mayor alemán, Ludwig von Moltke, decidió invadir Francia y le dio un ultimátum a Bélgica para que le permitiera cruzar sus tropas y, en seis semanas, conquistar París. La declaratoria en contra de Bélgica llevó a Reino Unido a entrar en la guerra y, así, comenzó la Gran Guerra.
Unos años antes de 1914, una guerra europea de grandes proporciones parecía muy poco probable, dado que había interdependencia económica entre las grandes potencias y, aunque el sistema de equilibrios europeo se había alterado con la reunificación alemana, se pensaba que el grado de sofisticación del orden global no era proclive a un conflicto militar, evidentemente, todos se equivocaron, sobreestimaron sus posibilidades de éxito y, sobre todo, la duración del conflicto.
El contexto histórico de la Primera Guerra Mundial ayuda a dimensionar la cantidad de errores de cálculo que se cometen en un conflicto militar de gran escala, sin embargo, a poco más de un siglo, con la Gran Guerra, la Segunda Guerra y la Guerra Fría a cuestas, algunas lecciones se han aprendido y hoy los líderes políticos tiene más control sobre la inercia militar, los líderes militares no tiene un ánimo bélico, incluso en el ejército ruso. Las sociedades en Europa y en Estados Unidos tampoco tienen entusiasmo por un enfrentamiento.
A diferencia de 1914, Rusia no es una potencia en ascenso, por el contrario, se parece más al imperio austrohúngaro, pero después de haberse disgregado, más que mantener el statu quo, busca revivir sus viejas glorias, pero sin capacidad para sostenerlas. El fiel de la balanza puede ser una potencia nueva y en consolidación, como en su momento lo fue Alemania y hoy lo es China. Aunque Xi Jinping ha hecho un guiño a Vladimir Putin en su aventura ucraniana, no guarda la misma simetría que en su momento tuvieron Alemania y Austria Hungría. En el mejor de los escenarios para el líder ruso, China le dará un bálsamo económico, aunque no tienen la infraestructura necesaria para que, por ejemplo, China absorba los hidrocarburos que Rusia no pueda vender a Europa. En términos de comercio bilateral, China es el principal receptor de exportaciones rusas, representando un 13% del total, mientras que, para China, la nación encabezada por Putin representa poco más de un 2% como mercado de exportación, así que las posibilidades económicas son muy limitadas. Desde un punto de vista militar, sus áreas de interés no coinciden, por lo que no es factible un esfuerzo conjunto. Aunque la relación se ha ido acercando, ambos países tienen una larga historia de recelos, que alcanzaron su punto más álgido en la Guerra Fría, para ver quién tenía el liderazgo del comunismo en el mundo, adicionalmente, la larga frontera de 3 mil 645 kilómetros de longitud garantiza fricciones en el largo plazo.
En conclusión, la invasión a Ucrania por parte de Rusia geográficamente está muy acotada, su principal riesgo son las consecuencias sociales de un aumento aún mayor de la inflación y el consiguiente aumento de las tasas de interés, lo que conllevará a la ralentización de la economía. Aunque no se debe subestimar que hablamos de una potencia nuclear.