Rodrigo Pacheco
cargando...

Efectos políticos de la inflación

Uno de los sentimientos más frustrantes que puede experimentar una sociedad es la inflación, observar cómo cada mes los precios van subiendo mientras los ingresos se mantienen estancados genera desesperanza, incluso provoca más desazón que una crisis económica. Por ejemplo, en la terrible recesión de 2020 cuando México experimentó una caída de 8.3 por ciento, el mayor descenso desde 1932, muchas personas asumieron que la caída sería temporal y que una vez pasando la pandemia, la economía se reactivaría y encontrarían un mejor empleo o sus negocios podrían volver a prosperar. En contraste, la inflación es confusa, su principio y fin no es tan marcado como el de una recesión y esa falta de claridad genera un profundo malestar social; por ello es que en su momento, el poder político suele reaccionar con desesperación y torpeza, anunciando aumentos salariales por decreto, lo que a su vez, provoca una espiral inflacionaria. Uno de los ejemplos más recientes es el de Venezuela que ha pauperizado la economía de sus habitantes o menos dramáticos, están los casos de Argentina y Turquía.


La fórmula más certera y probada para controlar la inflación es a través de la política monetaria usando la tasa de referencia, pero como ello suele generar una desaceleración, incluso recesión y, por lo tanto, desempleo, se requiere que el banco central sea autónomo porque los incentivos políticos de corto plazo no suelen estar alineados con las medidas para controlar la inflación. Un ejemplo clásico de lo anterior lo ofrece Paul Volcker, quien fue presidente del banco central de la Reserva Federal de Estados Unidos, propuesto por el demócrata Jimmy Carter en 1979 con un segundo mandato de 1983 a 1987 bajo la ratificación del republicano Ronald Reagan. Cuando Volcker asumió el liderazgo del Fed, la inflación en Estados Unidos era de 11.3 por ciento a tasa anual, por lo que subió la tasa de referencia hasta 20 por ciento para 1980, por lo que la economía no tardó en entrar en recesión y el desempleo en ese país llegó a 10 por ciento; lo anterior generó fuertes protestas, sin embargo, Volcker se mantuvo aparentemente impávido en la decisión y para 1983, la inflación estaba controlada, en promedio en 3.83 por ciento, lo que se mantuvo relativamente controlado en ese país hasta el año pasado.


En México, a lo largo de la mayor parte del siglo XXI, la inflación ha estado controlada gracias también a la autonomía constitucional del Banco de México, sin embargo, ante un fenómeno de inflación global, el gobierno federal se ve obligado a dar señales de acción robusta; afortunadamente, el presidente Andrés Manuel López Obrador tiene claridad con respecto a los efectos políticos de la inflación y por ello ha sido respetuoso de la autonomía del banco central. Alguien podría señalar que el exabrupto del 24 de marzo pasado, cuando el Presidente adelantó la decisión del banco central, muestra una intromisión, yo creo que fue un error producto de la ignorancia, pero no un afán de interferir en el banco central.


Más allá de las opiniones, la prueba es que las nominaciones que ha hecho el Presidente a la Junta de Gobierno han sido de economistas independientes y solventes; por otro lado, a diferencia de otros liderazgos, como el de Tayyip Erdogan, López Obrador nunca ha presionado a Banxico para que baje la tasa de interés. El anuncio de hoy tiene una intencionalidad puramente política, porque es obvio que más allá del corto plazo no existen muchas herramientas para controlar los precios cuando la inflación es un fenómeno global. El Presidente sabe que el malestar por la alta inflación le va a pasar una factura política mayor que la ocasionada por la crisis económica de hace dos años o la deficiente respuesta ante la pandemia y ello lo puede llevar a tomar medidas desesperadas que distorsionen la economía. Ante ello, el liderazgo del Banco de México y la ecuanimidad de Hacienda serán indispensables.

Sin comentarios

Deja un comentario