Rodrigo Pacheco
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La envidia de El juego del calamar

Corea del Sur colocó un fuerte énfasis en la excelencia educativa en todos los niveles.

En cualquier crucero de la Ciudad de México se puede tener contacto con un fenómeno viral que no tiene que ver con el covid-19 y que manifiesta la rapidez con la que un contenido se puede volver una tendencia global gracias a la tecnología. Me refiero a que en la esquina de cualquier gran avenida se puede comprar una máscara como las que aparecen en El Juego del calamar, una serie sudcoreana en la que un grupo de personas ahogadas en deudas o con urgentes necesidades de dinero compiten en un juego distópico de suma cero en el que la muerte de unos es la ganancia de otros.


¿Qué me da envidia de El juego del calamar? Al ver el primer capítulo recordé cuando estuve en Seúl hace 4 años y me encontré con una ciudad muy desarrollada con calles limpias y sin baches, parques impecables, niveles de seguridad pública extraordinarios, la única advertencia a los viajeros que hace el Departamento de Estados Unidos es que los taxistas a veces no quieren usar el taxímetro; escuelas públicas de primer nivel, la mejor conexión de internet móvil del mundo y empresas realmente innovadoras de clase mundial, como Samsung, LG o Hyundai. Las escenas cotidianas de El juego del calamar muestran un metro impecable, calles limpias, la visita a una estación de policía parece ciencia ficción desde la óptica mexicana. Veo El juego del calamar como la oportunidad de lo que México podría ser hoy y puede ser mañana.


De acuerdo con datos del Banco Mundial, a dólares actuales, en 1980 el PIB per cápita de Corea del Sur era de 1,870 dólares mientras que el de México era de 2,560 dólares, 40 años después el PIB per cápita de Corea es tres veces más grande que el de México, por lo cual la economía del país asiático es la décima a nivel mundial, a pesar de tener menos de la mitad de los habitantes que nuestro país, que ocupa la décimo quinta posición. Si en 1980 se hubiese preguntado a un grupo de analistas económicos qué país tenía más probabilidades de lograr altos niveles de desarrollo la gran mayoría se habría inclinado por México. En primer lugar, a diferencia de la nación asiática México no está dividido en dos por una guerra civil, situación que amenaza desde entonces a la península con una guerra nuclear. En 1980, Corea del Sur vivía mucha turbulencia luego del asesinato un año antes de Park Chung-hee, presidente dictador, lo que desembocaría en otra dictadura, mientras que en México, si bien no había democracia había un sistema ordenado en donde había sucesiones cada seis años lo que evitó golpes de Estado. México entró formalmente a la democracia, con la elección de 2000, mientras que Corea del Sur lo hizo en 1997. En el análisis de 1980 sería claro que un México con una economía abierta contaría con mayores ventajas y recursos que Corea del Sur, un territorio 19 veces más grande que el del país asiático, con una enorme frontera y relación comercial con la mayor economía del planeta.


¿Qué hizo Corea del Sur para superarnos de esa manera en 40 años? La respuesta no es larga y no cabe en una sola columna, sólo decir que al periodo de crecimiento económico de Corea del Sur después de la guerra civil y hasta la crisis de 1997 se le llama el Milagro del Río Han, en referencia al río que atraviesa Seúl y dicho milagro se logró gracias a una serie de políticas de industrialización a través del apoyo estatal a grandes conglomerados a los que se le pedía ambiciosos objetivos de exportación e innovación. Además, Corea del Sur colocó un fuerte énfasis en la excelencia educativa en todos los niveles. La diferencia entre los dos países pasa por la continuidad, Corea del Sur no reinventó su modelo económico cada seis años, construyó un sólido Estado de derecho y aunque no está exenta de corrupción sus instituciones han llevado a presidentes a la cárcel. El Juego del Calamar surge de un país potente que se ha sabido transformar en condiciones difíciles y que no está exento de retos sociales como plantea la trama, México tiene potencial como para que en 20 años podamos ver el nivel de vida de Corea del Sur como algo propio y cotidiano.

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