En poco más de 40 años, cuatro de los últimos siete presidentes de México comenzaron su mandato enfrentando una caída económica. En los casos de Miguel de la Madrid y Ernesto Zedillo, la crisis económica fue heredada de sus antecesores. Para Vicente Fox, la caída se debió a la desaceleración de Estados Unidos, mientras que, en el de Andrés Manuel López Obrador, fue una situación autoinfligida. Es probable que la próxima presidenta, Claudia Sheinbaum, sea la quinta persona en experimentar una caída económica en su primer año de gobierno.
EL CICLO SEXENAL
Alejandro Werner, prestigioso economista que ha sido subsecretario de Hacienda, ejecutivo bancario y líder del Departamento del Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional (FMI), y que actualmente dirige el Georgetown Americas Institute, escribió una columna advirtiendo que México enfrentará una recesión en 2025. Los argumentos de Werner son sólidos: mientras el Banco de México disminuyó su proyección de crecimiento económico para 2025 a 1.2 por ciento, y la mediana de la Encuesta de los Analistas es de 1.5 por ciento para el próximo año, si se toma en cuenta la brecha de crecimiento que se genera al inicio de una nueva administración, estamos ante la posibilidad de una recesión. Esto sin considerar los efectos negativos sobre la inversión que podrían derivarse de la aprobación de las reformas constitucionales de Andrés Manuel López Obrador.
ESCENARIO
El escenario base para 2025 es de recesión. El diferencial de crecimiento de las últimas tres alternancias presidenciales fue en promedio de 2.4 por ciento, por lo que, en un escenario central, la caída sería de 1.2 por ciento, todo ello contingente al desempeño económico de Estados Unidos y, como escribe Alejandro Werner, sin considerar el efecto negativo de las reformas.
OPTIMISTA
Un escenario muy positivo, aunque poco probable, implicaría que el nuevo gobierno difiriera, a través de la legislación secundaria, la reforma al Poder Judicial y, al mismo tiempo, abriera la inversión al sector privado en la energía eléctrica. Además, con gran agilidad se lograría aprovechar la reconfiguración de cadenas de valor, con énfasis en semiconductores, y existiría una estrategia para contener la inseguridad. Todo ello considerando que Kamala Harris gane el próximo 5 de noviembre y, por lo tanto, la revisión del T-MEC no sea muy dramática.
PESIMISTA
Un escenario opuesto, muy negativo, es que la implantación de la reforma al Poder Judicial se convierta en el mecanismo para disolver el INE y, con ello, la democracia electoral, acelerándose las reformas para acabar con los órganos autónomos.
La paralización de la inversión se convertiría en salida de la misma, lo que, además, detonaría una multiplicación de paneles de resolución de controversias en el marco del T-MEC. Como cereza del pastel, el triunfo de Donald Trump provocaría que la revisión del T-MEC derive en una renegociación en la que México tiene muchos flancos de vulnerabilidad autoinfligida. Lo anterior generaría volatilidad y depreciación del peso, lo cual redundaría en mayor inflación, y la ventaja en la competitividad de las exportaciones estaría limitada por la falta de estado de derecho.
EFECTOS POLÍTICOS
De no tener una oposición desmantelada y penosa, los partidos de oposición podrían capitalizar políticamente el inevitable descontento que ocasionará una recesión, sobre todo porque no está claro que Claudia Sheinbaum pueda mantener el “efecto teflón” de López Obrador. Sin embargo, la oposición partidista no ofrece una alternativa atractiva y, como lo demostró el episodio del Senado, es muy vulnerable. Mientras no cambien los liderazgos de los partidos, continuará la erosión democrática y, por lo tanto, se debilitará la cadena de transmisión entre los resultados y las elecciones.
El panorama para México no se ve muy luminoso en los siguientes años.