El 31 de agosto aterricé en el paradisiaco Los Cabos, en Baja California Sur, el estado que tiene el hogar más próspero con un ingreso mensual promedio de 30 mil 472 pesos, lo que significa 43% más que la media nacional. Básicamente, una gran parte de los 274 mil hogares del estado pertenecen a las clases medias. De acuerdo con 95% de las casillas computadas, 58% de los votantes eligieron a Claudia Sheinbaum, mientras que 30% votó por Xóchitl Gálvez y 8.9% por Álvarez. La persona que me transportaba al hotel me contaba cómo se veía el panorama y anticipaba que muchos iban a votar por Claudia Sheinbaum, y que los problemas se los atribuían a los liderazgos locales. Lo mismo me dijeron otras personas con las que pude platicar; en general, las clases medias se volcaron por Morena. Otro ejemplo lo ofrece la Ciudad de México, que tiene los mayores sectores de clase media a nivel nacional y le dio una ventaja de 20 por ciento a la candidata del partido en el poder. Baja California, cuyo hogar promedio tiene unos ingresos 39% mayores que la media nacional, le dio una ventaja a Sheinbaum de 43 por ciento. Es decir, si Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez Máynez hubieran hecho un frente común y hubieran duplicado su votación conjunta, habrían perdido por tan solo 1%. En todos los estados, salvo Aguascalientes, ganó la candidata de Morena y, prácticamente en todos ellos, en mayor o menor medida, fue electa por la clase media.
DOS LECCIONES
El resultado electoral de 2024 muestra que el respaldo a López Obrador provino también de las clases medias, no sólo de los sectores que han recibido programas sociales y que lo apoyaron abrumadoramente, como lo evidencian los resultados de Chiapas, Guerrero y Oaxaca, que son de las entidades que más han recibido recursos sociales y en donde la ventaja de Morena fue de más de 50%. La segunda lección es que, a diferencia de la elección de 2018, en donde hubo voto diferenciado entre la Presidencia y las gubernaturas, ahora no fue tan distinto, y el partido en el poder sólo perdió las gubernaturas de Jalisco y Guanajuato. El electorado no consideró la necesidad de tener contrapesos y la narrativa presidencial, aunque inconsistente, fue exitosa.
CARTUCHOS QUEMADOS
Los partidos políticos de oposición han quedado en calidad de cartuchos quemados, y sus liderazgos siguen sin saber leer el resultado. Tratar de disputar el resultado electoral con la enorme ventaja que obtuvo Morena, no es productivo. Movimiento Ciudadano logró atraer el voto joven, aunque su talento más visible, Samuel García, pasó de ser un activo a un pasivo en unos cuantos meses en medio de escándalos de corrupción. Hoy no se ve una organización en la oposición que se encuentre a la altura del momento para aglutinar los 20 millones de votos que no dieron respaldo a Morena, pero en los próximos 6 años alguien podría agruparlos.
CONTRAPESOS EXTERNOS
En la nueva era, los únicos contrapesos en el corto plazo son externos: los mercados, el tipo de cambio, las inversiones privadas, así como el Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). En el mediano plazo, los contrapesos surgirán de las corrientes internas que vayan emergiendo en Morena, siempre y cuando el Presidente, de manera voluntaria o involuntaria, vaya perdiendo la hegemonía, a lo que hay que sumar el desgaste del ejercicio del poder de la presidenta. El país ha entrado en una nueva era en la que, desde la óptica económica, la próxima presidenta tiene que caminar una delgada línea para no herir las susceptibilidades de Palacio en su arranque, al mismo tiempo que necesita plantear los mecanismos mínimos para transitar un arranque económico complicado ante un Estados Unidos en desaceleración, con un liderazgo que probablemente será adverso. Estamos ante una nueva era, pero lo retos siguen siendo los mismos, independientemente del resultado de las urnas.