Rodrigo Pacheco
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La ficción y la realidad cotidiana

Cuando la ficción alcanza a la realidad, solemos vivirla como algo cotidiano. Por ejemplo, la pandemia por covid-19 fue parecida a la película Contagio. En la vida real, la pandemia no fue tan dramática por la gran capacidad de adaptación de los humanos. El confinamiento masivo al que nos sometimos parece producto de una película de suspenso con desenlaces paradójicos.


GUERRA CIVIL

Hay dos elementos que me hacen intuir que vamos hacia una fase más intensa de fragilidad global; una pieza es de ficción y la otra no tanto, pero ambas son adyacentes al momento que atravesamos. La primera es la película Guerra civil, del director Alex Garland, cuyo objetivo no es construir un escenario políticamente viable para explicar una guerra civil, sino mostrar lo atroz que sería un conflicto si el enorme poder de Estados Unidos se volcara sobre sí mismo. Así como Contagio buscaba ser una advertencia de la complejidad de una pandemia y lo mal preparada que estaba la sociedad de ese país para enfrentarla, Guerra civil lanza una advertencia sobre las implicaciones de un liderazgo autoritario y las consecuencias de centrarse más en las diferencias que en los puntos comunes.


¿Y MÉXICO?

Me pregunté: ¿qué pasaría con México de materializarse un conflicto civil extremo en EU? Lo obvio es que tendría un impacto severo sobre la economía y, obviamente, la diáspora estadunidense se haría más grande en el país. Es inevitable considerar que en los últimos cinco años, desde Palacio Nacional, se ha impulsado una agenda ideológica polarizante y que ello entraña un peligro ante la fragilidad de las instituciones del Estado frente al poder del crimen organizado. Afortunadamente, en el caso mexicano, la polarización está afincada en una narrativa política y no en una interpretación de la identidad.


ESCENARIO NUCLEAR

Un componente más inquietante que la película es el libro Nuclear War: A Scenario, de Annie Jacobsen, que entrevistó a varios actores clave encargados del sistema de armas nucleares de EU. Es escalofriante saber que, de acuerdo con la CIA, Corea del Norte tiene altas probabilidades de haber desarrollado capacidad para colocar un misil intercontinental en su territorio. Es aún más inquietante saber lo poco preparado que está el líder de la Casa Blanca y que, en caso de un ataque nuclear, tiene aproximadamente 6 minutos para escoger un escenario de respuesta. Después de la Guerra Fría, el miedo a una guerra nuclear pasó a segundo término en el imaginario colectivo, pero las armas no desaparecieron, por lo que la fragilidad continúa.


EJERCICIOS NUCLEARES

La amenaza nuclear no está tan lejos. Rusia anunció que comenzó a realizar ejercicios militares considerando armas nucleares tácticas. El régimen de Vladimir Putin justificó la medida por las declaraciones del presidente de Francia, Emmanuel Macron, en cuanto a la urgencia y el derecho que tienen los países europeos de brindar ayuda a Ucrania. En algunas ocasiones, Rusia ha dejado flotar la idea de que podría utilizar armas nucleares tácticas y dicha estrategia ha sido exitosa porque ha inhibido a EU y a otros países a transferir sistemas de defensa o aviones más poderosos. Pero es la primera vez que Rusia amenaza formalmente con armas nucleares y ello debe ser tomado con seriedad.


TURBULENCIAS

Con los ataques del 11-S se inauguró una nueva era de fragilidad con conflictos asimétricos. La Gran Recesión de 2008 sembró los conflictos políticos y económicos visibles con el Brexit y el triunfo de Donald Trump, y que darían lugar a liderazgos más nacionalistas con toques de populismo en la India de Narendra Modi, con la transformación de Recep Tayyip Erdoğan en Turquía, la radicalización de Benjamin Netanyahu en Israel y el crecimiento del poder unipersonal de Xi Jinping en China. Los conflictos asimétricos siguen presentes, como lo demostró el ataque de Hamás contra Israel, pero se suma al conflicto de Estados-nación con dinámicas de la Guerra Fría, esta vez con China y EU, todo ello con liderazgos políticos que ponen a prueba las democracias y generan tensión interna en los países. Hay mayor complejidad y fragilidad, donde convergen fenómenos tecnológicos de gran envergadura, como la IA, y los efectos visibles del calentamiento global. Hay que abrocharse los cinturones porque nuevamente viviremos escenarios de ficción, aunque cada vez será más difícil vivirlos como cotidianos.