Hay dos farmacéuticas cuyo valor se ha disparado en el contexto de la pandemia: Moderna y BioNTech. El primero de marzo de 2020, antes de que la pandemia golpeara al mundo con toda su intensidad, la estadunidense Moderna tenía una valuación de 12 mil millones de dólares. Al cierre de esta semana, su valor ha crecido más de diez veces y ahora tiene una valuación de más de 150 mil millones de dólares. En el mismo periodo, la alemana BioNTech, otra de las pioneras de la tecnología mensajero ARN, sextuplicó su valor y ahora tiene una valuación de más de 85 mil millones de dólares.
Ambas firmas se han beneficiado al desarrollar en tiempo récord las dos vacunas de mayor efectividad contra el SARS-CoV-2. De acuerdo con sus reportes más recientes, BioNTech logró ingresos por 8,603 millones de dólares en el primer semestre de 2021, mientras que Moderna llegó a 6,291 millones de dólares, lo que significó un crecimiento explosivo. Ambas empresas, junto con Pfizer, con la que BioNTech se alió para tener la escala necesaria para hacer las pruebas clínicas y manufacturar, se han beneficiado aún más con la determinación de varios países de aplicar una tercera dosis de refuerzo.
De acuerdo con The Wall Street Journal, Pfizer-BioNTech vendió las primeras dosis de la vacuna contra covid a 19.50 dólares a Estados Unidos y luego subió el precio para las 200 millones de dosis que compró proactivamente el gobierno de Joe Biden para tener reservas antes de que se formalizara que se requiere el refuerzo. A la Unión Europea, Pfizer-BioNTech le vendió las primeras dosis en 18 dólares y ahora han subido a 23.
El Financial Times reportó que Moderna vendió las primeras 100 millones de dosis a la Unión Americana en 15 dólares y las otras 400 millones en 16.50 y a Europa primero en 22.6 y luego en 25.5 dólares.
Los incentivos monetarios de BioNTech-Pfizer y Moderna están alineados con la aversión al riesgo de los liderazgos políticos de los países prósperos que, en un exceso de caución, están apostando por las dosis de refuerzo. No me extrañaría que surja información del cabildeo político que habrán hecho Pfizer-BioNTech y Moderna para influir en la determinación de aplicar las vacunas de refuerzo. La brecha entre los estudios científicos y el incentivo monetario quedó de manifiesto en julio cuando la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA, por sus siglas en inglés) y el Centro para la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en el inglés) contradijeron a Pfizer cuando dijo que se requerirá una tercera dosis 6 o 12 meses después de la segunda. La comunicación ha sido muy confusa dado que, si es cierto que se requiere una tercera dosis de las vacunas ARN mensajero, también se debería establecer qué pasa con las otras vacunas, J&J y AstraZeneca, en Europa, ante la variante Delta.
Los incentivos de estas tres compañías, Pfizer-BioNTech y Moderna, parecen obedecer a las proyecciones financieras más que a los datos científicos y no están en sincronía con los contribuyentes estadunidenses.
En cuanto al resto del mundo, los intereses de estas farmacéuticas están encontrados con los países menos prósperos y con la solución de fondo de la propia pandemia, por ello no es sorpresa que la Organización Mundial de la Salud se muestre contraria a las terceras dosis de refuerzo, pues eso retrasará aún más el abasto de vacunas a los países menos prósperos, lo que, además, genera más posibilidades de que surjan nuevas variantes más agresivas.
Otro aspecto negativo de las terceras dosis, además de los antes citados, es que dará armas al movimiento antivacuna al generar la impresión de que se trata sólo de un gran negocio.
Creo que hay mucho mérito en Pfizer-BioNTech y Moderna, ya que sus ingresos y el crecimiento del precio de su acción son muy pequeños en comparación con las pérdidas de vidas y el impacto económico, el cual sería aún más agudo de no tener sus vacunas, pero es conveniente que el hambre por complacer a Wall Street no interfiera con la ciencia ni con la solución de fondo de la pandemia.