La última vez que los mexicanos fuimos a las urnas había incertidumbre derivada de la relación comercial con nuestro principal socio comercial, Estados Unidos. El entonces presidente Donald Trump estaba en su segundo año y las negociaciones para transformar el TLCAN habían entrado en una pausa. En la víspera del 1° de julio, para muchos era obvio que Andrés Manuel López Obrador sería el próximo presidente de México y que vendrían cambios. Estaba en entredicho la obra de infraestructura más importante del país hasta entonces, el AICM, que llevaba más de 30% de avance. En cuanto a la relación con Trump, no estaba claro cuál sería el tono de la estrategia de renegociación del TLCAN.
TRUMP VS. CHINA
El mundo de mediados de 2018 había dado un vuelco hacia el proteccionismo. En marzo, Trump anunció aranceles de 25% al acero, 10% al aluminio y en junio se incluyó a México y Canadá, a pesar de que estaba en vigencia el TLCAN. En junio, Trump anunció 25% de arancel en 50 mil mdd de importaciones provenientes de China, lo cual volvería a incrementar y que llevó el total a aranceles de más de 500 mil mdd en mercancías. En el verano, el término de nearshoring todavía no tomaba fuerza, dado que no estaba claro que se llegaría a un entendimiento comercial entre los países de Norteamérica.
PREPANDEMIA
En el verano de 2018, México y el mundo estaban lejos de imaginar que vendría una pandemia que provocaría la mayor recesión global desde la Gran Depresión. En un mundo globalizado, las enfermedades se expanden más rápido y las cadenas de suministro son frágiles, como se comprobó, y eso nuevamente reforzaría la necesidad de tener resiliencia en las cadenas de valor. La pandemia mostró lo rápido que puede cambiar la integración y el movimiento de personas y mercancías, y daría lugar a un proceso inflacionario por choques en la oferta, así como un deterioro en los perfiles fiscales de la mayoría de los países. Como sabemos, México nadó a contracorriente, por lo que el perfil fiscal se mantuvo, a costa de una recuperación más lenta si la comparamos con Brasil.
FRAGILIDAD GEOPOLÍTICA
En el verano de 2018, parecía que el estilo de liderazgo de Trump generaría más tensión geopolítica, y así fue. Sin embargo, después de la pandemia, el mayor hito se dio el 24 de febrero de 2022 con la invasión de Ucrania por parte de Rusia, ya bajo el gobierno demócrata de Joe Biden en Estados Unidos. Hay interpretaciones que plantean que uno de los factores en el cálculo de Vladimir Putin para invadir a su país vecino fue la debilidad que mostró el gobierno de Biden en la súbita salida de las tropas estadunidenses de Afganistán y el restablecimiento del régimen talibán. La invasión de Ucrania profundizaría el ciclo económico de inflación global que llevaría a un aumento de tasas, que todavía se mantiene.
VERANO 2024
En este verano, en la víspera de la elección mexicana, la fragilidad geopolítica va en aumento. La invasión de Ucrania sigue generando una enorme tensión entre Rusia y la OTAN. En estos días, se dio a conocer que el gobierno de Biden autorizó al presidente ucraniano Zelenski a utilizar misiles estadunidenses en contra del territorio ruso, y el presidente francés Emmanuel Macron ha defendido el derecho de Europa a proveer armas a Ucrania para defenderse como lo considere. Obviamente, Putin ha dado señales de escalar el conflicto y, previsiblemente, seguirá incrementándose la tensión con China, que enfáticamente está dando apoyo militar a Rusia. El conflicto en Oriente Medio está más activo, con mayores puntos de fragilidad ante la condena de Israel por parte de varios países y un Irán con un cambio abrupto de liderazgo político. Corea del Norte siempre es otro punto de fricción listo para incrementar de intensidad, así como la tensión entre China y Taiwán.
BUENA POSICIÓN
En medio de un mundo más frágil y turbulento, México tiene una posición relativa más positiva que negativa ante la creciente necesidad de EU de fortalecer la resiliencia en sus cadenas de valor, para lo que requiere solidez con sus principales socios comerciales de la región de Norteamérica. No obstante, no se puede dar por descontado, debido a la tensión inherente de una nueva administración de Trump, que es de temperamento volátil. Hay desafíos como la seguridad pública, el Estado de derecho, la infraestructura energética y el estrés hídrico, que México debe resolver para poder aprovechar su posición, a lo que hay que agregar que no hay una estrategia de país frente al cambio tecnológico que significa la inteligencia artificial, y ello forma parte de la decisión del verano de 2024 que tomaremos los mexicanos.